FIC-IRINA 50 Sueños de Verano'
Cap XXXVIII "EL AMO DEL UNIVERSO. PHOTOSHOOT IV"
por IRINA (Irene Mendoza)
Imágenes: Elena
- No te equivoques – dice tomando mi barbilla de pronto y obligándome a mirarle de nuevo -. Yo no hago el amor. Yo follo y esta noche voy a follarte muy duro. Te lo garantizo.
Me lo dice al oído, con suavidad, con la voz más sexy del mundo, exhalando su aliento sobre mi piel y tiemblo de gusto y por anticipado, sintiendo que el placentero dolor en mi vientre regresa, provocado por las enormes ganas que tengo de sentirle dentro.
Me mira, sonríe y de repente su mano se dirige rauda y veloz hacia mi falda. Me la coge, la sube y acariciando todo mi muslo tira de mis braguitas bordadas con suavidad y estás caen hasta mis pies. Luego acaricia mi trasero desnudo.
- Esta noche te quiero accesible para mí, en todo momento – susurra y el sentirme así, sin ropa interior y esa voz hacen que me sonroje violentamente.
El se da cuenta y emite un gruñido muy leve, de pura satisfacción.
- Vamos, se hace tarde – dice recuperando el control.
Y sin inmutarse me tiende su brazo.
Nos recoge un espléndido Mercedes negro con su chofer uniformado y nos conduce a una villa a las afueras de Seattle. Christian aprovecha el viaje para hacer varias llamadas de trabajo y revisar su correo. Parece absorto en sus tareas pero de pronto posa su mano en mi muslo y lo acaricia sin soltar su BlackBerry. Yo estoy absorta en el paisaje que veo tras la ventanilla y doy un respingo al notar su mano grande y cálida sobre mí.
- ¿A qué se debe la cena? – pregunto en cuanto cuelga el móvil, en un intento de tranquilizarme a mi misma y romper el hielo, o el fuego en este caso.
Su mano continua posesiva sobre mi muslo.
- Es a beneficio de los orfanatos públicos del estado de Washington- dicedándome un par de leves palmaditas en la pierna.
- ¿Llevas mucho tiempo con esas obras de caridad?
- No lo considero caridad. Es más bien una forma de… agradecer lo que he logrado, agradecérselo al destino, a dios, lo que sea. ¿Quieres preguntarme algo más? – dijo con una sonrisa perfecta y burlona en su hermosa cara.
Está incómodo. Lo noto.
- Lo siento sé que soy algo… preguntona. Es que… me sorprende gratamente esa faceta tuya.
- Sí, preguntona es la palabra – ríe con franqueza, suavemente y parece que su malestar se ha disipado.
Llegamos a la explanada de la mansión tras cruzar los jardines de la extensa propiedad. El sol se pone ya tras los Montes Olimpic cuando cruzamos la entrada de la hermosa casa, toda iluminada para la ocasión. Las vistas son maravillosas y no puedo evitar emitir una breve y leve suspiro.
- ¿Te gusta el paisaje? – pregunta Christian dulcemente.
- Sí, es un espectáculo maravilloso ver como se pone el sol entre las montañas.
- Las montañas parecen arder a esta hora de la tarde – dice y su voz parece melancólica de pronto-. Entremos.
Nos sentamos juntos a la mesa, no sin antes saludar y apretar un montón de manos, entre ellas las de muchas hermosas mujeres que me observaban con evidente envidia.
El me presenta como ´´una amiga, una muy buena amiga´´ y mi ego sube hasta límites insospechados.
Vamos por el tercer plato y están a punto de servir el postre, cuando siento la mano de Chistian de nuevo sobre mi muslo.´´ Lo está convirtiendo en una costumbre´´ pienso con agrado y le miro. Parece distraído y relajado. De pronto su cálida y suave mano comienza a moverse hacia el interior de mis muslos, trazando círculos, surcándolo lentamente,bajo el mantel.
Él habla con toda naturalidad con un señor que tiene enfrente que no puede ni imaginarse lo que su anfitrión está haciéndome bajo la mesa. Cierro mis piernas lentamente con la esperanza de que capte mi incomodidad pero Christian no parece darse por aludido porque continúa conversando con unos y con otros como si no pasara nada y ascendiendo por entre mis piernas.
Sus dedos acarician la parte interna de mis muslos ejerciendo una presión firme, impidiendo que siga apretándolos para cerrarlos.
Tengo tensos los muslos y mis entrañas se acaban de contraer involuntariamente, ansiosas, en contra de lo que mi cerebro les estaba transmitiendo. ´´ Debería levantarme ahora mismo, hacer que pare´´, me digo. Pero no quiero que lo haga.
Su pulgar alcanzan mi sexo mientras que sus otros dedos se clavan en mis muslos, Con él comienza a acariciar mi delicado clítoris, con una presión suave pero constante, mientras que los otros dedos exploran mis pliegues en dirección a mi entrada, que a esas alturas ya noto empapada por mi creciente deseo.
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